“La educación es el pilar fundamental para el desarrollo intercultural de los pueblos”.
Raúl Javier Lojano
En un mundo profundamente marcado por desigualdades históricas, sociales y económicas, la educación se convierte en la herramienta más poderosa para equilibrar aquello que los sistemas, por siglos, han desordenado. La inequidad no se resuelve únicamente con discursos o buenas intenciones: se transforma cuando cada persona tiene la oportunidad real de aprender, crecer y participar en igualdad de condiciones.
La educación abre puertas que antes parecían cerradas. Permite que quienes han sido invisibilizados se reconozcan como protagonistas de su propio destino. Nos enseña a dialogar con el otro sin miedo, a comprender que la diversidad no es una amenaza, sino una riqueza que fortalece a las comunidades y a las naciones.
Cuando hablamos de interculturalidad, hablamos de respeto, de convivencia y de justicia. Hablamos de un espacio en el que las identidades no se imponen, sino que se encuentran; donde cada cultura aporta su voz y donde la educación se convierte en el puente que une esas múltiples maneras de entender el mundo.
Solo a través de una educación inclusiva, crítica y profundamente humana podremos ordenar las inequidades que aún persisten. Porque un pueblo que aprende, dialoga y reconoce su diversidad es un pueblo que avanza unido, construyendo un futuro en el que nadie quede atrás.
