Tanto la admiré, que la puedo dibujar
en el viento.
Tanto la amé, que mi corazón la ama
en silencio.
No podré olvidar, aquellos brillantes
ojos color rubí,
que pintó en un nuevo corazón y me
dejó al marcharse.
Y ese tierno corazón es mi alegría, mi
luz, mi vida.
Nada detiene mi vuelo, y no debo
detener el suyo.
Por supuesto que hay dolor, por este
amor eterno.
Infinito como arena del mar y
estrellas en el cielo.
A veces beso sus frescos labios en el
viento,
Suelo abrazarla y dormir con ella, al regresar
el tiempo.
Sí, sigue conmigo, aunque en su vida, yo ya estoy muerto.
Autor: Meneses Guerra