Ejercer la profesión de periodista es sin duda una gran responsabilidad en Ecuador o en cualquier parte del mundo, y subjetivamente se puede ordenar las ideas para proyectar persuasivamente un punto de vista singular que haga a la audiencia reaccionar ante tal hecho, situación o actividad de la vida.
En Ecuador existe un ciudadano de nombre Iván Triviño, quien ha buscado hacerse un nombre en el periodismo nacional e internacional, sin embargo, su forma es de singular mediocridad y desorden léxico vulgar. Porque muy salido de la objetividad emite criterios sin fundamento serio, sino qu8e acude a la adivinanza maliciosa y perversa, tratando de que reaccionen en su favor o en contra los internautas de las redes donde publica su contenido.
Triviño es el mal ejemplo de periodismo, que de a poco va calando en otros países como Perú, Argentina, Colombia, y más. Difícilmente se le podría pedir la aplicación de valores y filosofía ecléctica a un ciudadano que infiere fundamentos no válidos dentro del periodismo deportivo.
Pero ¿Triviño de dónde inventó esa nueva forma de realizar periodismo? No es difícil encontrar una respuesta, ya que, hay quienes por años vienen dando un mal ejemplo en los medios de comunicación. Nombrarlos está demás.
¿Por qué el uso de un lenguaje vulgar?
Porque el morbo está en una masa de gente que es fanática del fútbol, y la sociedad ha aprendido a convivir con esa masa antisocial que genera odio entre hinchas, problemas sociales que aunque parecen pequeños son muy dañinos por el mal ejemplo que proyectan en las redes sociales, donde la audiencia seria y vulgar interactúa todo el tiempo.
Iván Triviño es una especie de ciudadano que a falta de trabajo busca ganarse la vida, manifestando cualquier cosa que ofenda directamente a quienes están involucrados en el mundo deportivo, como los deportistas, o a sus seguidores que buscan responder a las ofensas del seudo periodista que, a fuerza obtiene un salario de las redes sociales para solventar sus gastos.
¿Un mal ejemplo? Sí. Pero mal ejemplo popular al fin. Porque está hecho para eso. Para dañar la imagen de alguien con sus palabras vulgares, con el principal objetivo; viralizar su contenido supuestamente informativo por unos dólares.
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