La gente que no funciona o se siente incapaz, siempre busca excusas.
Dentro del liderazgo, existen los falsos líderes, quienes en vez de cumplir con su responsabilidad, suelen buscar culpables para evadir sus pésimas o negativas acciones que sólo traen retroceso sociocultural.
El amor propio, el amarse a sí mismo implica aceptarse a sí mismo reconociéndose como un ser humano valioso y porque así lo decide uno mismo, más cuando se tiene que manejar un grupo de gente, y mucho mayor cuando se està al frente de un pueblo o sociedad. Esta aceptación implica también una plenitud, una falta de protestas y quejas.
La gente que funciona plenamente no protesta jamás, especialmente no protesta porque la calle tiene baches ni porque el cielo está muy nublado o hace demasiado frío. La aceptación implica no protestar o no quejarse, y la felicidad implica no protestar por lo que no tiene remedio o por lo que no hay nada que hacer.
La protesta y la queja son el refugio de la gente que desconfía de sí mismo. Contarle a los demás las cosas que no te gustan de ti mismo contribuye a que sigas insatisfecho, porque lo único que ellos no pueden hacer es negarlas, y entonces, no les crees.
Así como lamentarse ante los demás es un acto inútil, aceptar que los demás abusen de ti cargándote con sus fardos llenos de problemas y autoconmiseración, tampoco ayuda a nadie.
Una pregunta muy sencilla terminará generalmente con este comportamiento tan inútil como desagradable:
¿Por qué me estás contando esto? o ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte a solucionar este problema?
Al hacerte a ti mismo esta pregunta, empezarás a darte cuenta que la conducta de los lamentos es realmente lo peor que puedes hacer. Es tiempo malgastado, tiempo que puede emplearse mejor trabajando para ti y los demás.
La lamentación de uno mismo es una actividad inútil que impide que vivas tu vida en forma eficiente y positiva. Te impulsa a tenerte pena a ti mismo e inmoviliza tus esfuerzos por dar y recibir. Más aún, disminuye tus oportunidades de mejorar tus relaciones afectivas y aumentar tus relaciones sociales. Y aunque logres atraer la atención de los demás sobre tu persona, lo lograrás de una manera que sin duda empobrecerá tu propia felicidad.
La próxima vez que te encuentres en una reunión social con otras gentes, puedes ensayar el ejercicio siguiente. Anota cuánto tiempo se ha empleado en conversaciones en que se lamentaban de algo. Ya sea de uno mismo, o de los demás, de cosas que pasan.
Entonces, al finalizar la reunión, cuando todo el mundo se haya ido a su casa, pregúntate a ti mismo:
¿Qué se logró con la mayoría de las quejas y protestas que se hicieron?
¿A quién le importan realmente las cosas de las que nos lamentamos?
Entonces, la próxima vez que estés a punto de protestar o quejarte de algo, recuerda que al quejarte, sólo estás gritando. Soooooooooooooy Inútil.
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