A la ópera en un auto volador. En 1882, el acuarelista francés Albert Robida soñaba en esa posibilidad a las puertas del siglo XX. En 1964, otro colega visionario, Issac Asimov, pensaba que en 2014 los autos se desplazarían despejados algunos centímetros del pavimento.
Cuatro años más tarde a esa previsión, dos consorcios están decididos a masificar estos equipos. Así, en el reciente Salón del Auto de Ginebra se corrió el velo para el Liberty y el Pop up.
El primer equipo es de la empresa holandesa Pal-V y empezará a surcar los cielos europeos desde 2019, en manos de quienes puedan pagar hasta 500.000 por él. En el segundo prototipo, en cambio, confluyen tres grandes firmas: Audi, Airbus y el estudio Italdesign. Se espera una producción en serie desde 2025.
El Liberty y el Pop up siguen un camino abierto en años previos por el Ehang 184, un auto-dron diseñado para los bolsillos de Dubai, o los experimentales Aeromobil y Transition.
Si se hurga un poco más, la prehistoria de los coches voladores se remonta a 1918, con una curiosa patente de auto submarino y también volador, diseñada por Felix Longobardi.
Un rompecabezas se abre actualmente con respecto a los espacios de despegue y las leyes de navegación que se deberán discutir. Entre tanto, firmas de arquitectos ya diseñan edificios cuyas terrazas son puertos de despegue para los autos voladores de impulso vertical. En Miami está uno de ellos. (IFP)
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