Álvaro Alemán propone la revalorización de obras literarias escritas durante el siglo XIX en el país.
Editorial El Fakir presentó en diciembre pasado ‘Ciencia ficción ecuatoriana, volumen 1’, una compilación de textos olvidados del siglo XIX que reúne cuento, novela, comentarios editoriales y poesía de autores ecuatorianos, que tienen como referente a obras universales precursoras de la ciencia ficción.
La proto-ciencia ficción revela la versatilidad y heterogeneidad de la literatura nacional anterior al siglo XX, así como los efectos extraordinarios de la irrupción de la modernidad en la vida de la población ecuatoriana de la época.
Álvaro Alemán, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y editor de la antología, conversó con este diario sobre algunos aspectos que destaca en la introducción de la obra.
El estudio de la literatura ecuatoriana suele empezar con el modernismo y el realismo social de los años 30. ¿Por qué revalorizar y visibilizar obras anteriores, que corresponden al inicio de la República?
El modernismo es una corriente sumamente amplia, que abarca desde el decadentismo hasta la ciencia ficción. Hay una amplia gama de discursos que están sepultados bajo esa designación genérica. La antología busca revalorizar la producción letrada ecuatoriana del siglo XIX, que es mucho más rica y variada de lo que ha sido reconocido.
Sobre todo, revaloriza obras desconocidas de autores que sí tienen mucho reconocimiento, como Juan León Mera y Juan Montalvo…
Hay que reconocer que esos son autores mucho más diversos, experimentales y heterogéneos de lo que se piensa. Hay una tendencia de suscribir la producción de Mera con el romanticismo y la de Montalvo con la militancia política, pero esa es solo una de sus facetas. Ambos son puntales de la expresión letrada del siglo XIX y vale la pena revalorizar también esa producción.
¿Por qué es importante la conformación de ‘lo nacional’ para que surja la literatura de proto-ciencia ficción?
Hay una tendencia a pensar que el discurso de la ciencia ficción es ajeno, que no hay un legado de ese tipo. El Ecuador como república, desde su fundación, desde su nombre, es ciencia-ficcional. El nombre ‘Ecuador’ es elegido precisamente por el prestigio que el discurso de la ciencia adquiere en el siglo XIX, que incendia la imaginación nacional.
Señala que la proto-ciencia ficción debe ser leída desde la intertextualidad. ¿Qué autores del siglo XIX son los más influyentes para los textos seleccionados en la antología?
Julio Verne es un referente importante. También Camille Flammarion, el importante físico, astrónomo, narrador y divulgador de la ciencia francesa. Voltaire, con ‘Micromégas’ y Jonathan Swift, con ‘Los viajes de Gulliver’. Mary Shelley con la literatura gótica, Sor Juana Inés de la Cruz en Latinoamérica; H.G. Wells, hacia el final de siglo. Hay una influencia estadounidense secundaria, de la obra de Poe, que nos llega por los franceses.
¿Cómo se relaciona la proto-ciencia ficción con otros subgéneros literarios dominantes en el XIX y cómo se evidencia esa relación en los cuentos de la selección?
Lo que se observa en el XIX es un enriquecimiento de las formas narrativas a través de distintas vertientes: el terror, la novela rosa, la crónica, el texto costumbrista… Uno de los elementos más interesantes que configura la ciencia ficción latinoamericana del XIX es el discurso decadentista. Esto se observa en varios textos de la colección, pero tal vez el momento más álgido sea en la novela de Francisco Campos, ‘La receta’. El protagonista no soporta lo que observa y el nudo narrativo se resuelve de forma caótica, casi cataclísmica. El peso de la modernidad misma no puede ser soportado.
Usted indica que el modo dominante de la ciencia ficción no es la profecía, sino la nostalgia. ¿Cómo se aplica esta reflexión a la ciencia ficción escrita en nuestros días?
Lo que se observa en estos textos es una ansiedad con relación al futuro y una nostalgia del pasado. Se impulsa un modelo de sociedad estructurado sobre un pasado conocido y romantizado. Lo que más me interesa de la ciencia ficción es esta posibilidad de pensar históricamente, como si no pudiésemos ver lo que nos rodea, sino desde el momento en que nos desmarcamos del presente y nos internamos de forma precipitada hacia el futuro, que no es sino una forma alegórica del presente. Los autores intentan construir una realidad alternativa a la que viven, modeladas sobre lo que conocen o sobre lecturas de sociedades más organizadas, más armónicas, que han existido en el pasado.
¿Y en cuanto a las distopías de la ciencia ficción actual?
En la forma de la guerra. No hay ciencia ficción contemporánea donde no se observe el conflicto bélico, la persecución de minorías… Es un reprocesamiento de la realidad pesadillesca del siglo XX, que ahora tiene lugar con los protocolos de la fantasía y de la tecnología.
En la compilación se incluyen varios textos de la revista feminista ‘La mujer’. Este contenido es más editorial que literario, ¿cómo se justifica su presencia en la antología?
Existe una introducción tardía de las mujeres como autoras, en el mercado literario. Existía resistencia en contra de esa integración, prejuicio. En el caso del Ecuador, las mujeres empiezan a recibir reconocimiento público como autoras apenas en el siglo XIX. En estos textos, esas mujeres están apostando a que una de las transformaciones que la modernidad traerá es la equidad de género. Al mismo tiempo, están experimentando con la condición autorial, de tal manera que la revista misma se convierte en una especie de laboratorio.
¿Qué se ha planificado para el siguiente volumen?
Lo que tenemos pensado tiene que ver con la aparición del territorio ecuatoriano en la ciencia ficción global. H.G. Wells tiene un cuento llamado ‘El país de los ciegos’, que tiene lugar en el Cotopaxi. Asimismo, está la novela ‘La isla del Dr. Moreau’, que sucede en Galápagos. Arthur Conan Doyle situó una de sus novelas más famosas, ‘El mundo perdido’, en una zona que, según los mapas coloniales, ocupa el terreno de lo que fue la Real Audiencia de Quito. En el siglo XX hay un sinnúmero de textos donde aparecen estas curiosas referencias. Joe Haldeman, en los años 70, tiene la novela ‘La guerra eterna’, donde se habla de una revolución mundial que se origina en Ecuador. Hay un comic de 1941, donde Superman viene a Quito a detener una revolución… Son textos alucinantes, donde uno ve de qué forma Ecuador se asienta en la conciencia de escritores de ciencia ficción. (AA)
FRASE
La ciencia despierta ansiedad, al mismo tiempo que anticipación y anhelos”. Álvaro Alemán
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