La crisis más profunda del fútbol brasileño escogió el peor lugar para manifestarse: su propia casa.
Por si no fue suficiente el 7-1 encajado en las semifinales del pasado Mundial 2014, ha arrancado los Juegos de Rio de una manera sonrojante. Dos empates sin goles, un Neymar desnortado, más aún ante Irak que en su debut, y una imagen de equipo de Tercera sudando hasta el último minuto sin conseguir marcar ni un solo gol ante el equipo de un país en posguerra que no llega a un Mundial de fútbol desde México 86. Con triple empate de dos puntos en su grupo y Dinamarca líder con 4 y próximo rival el miércoles de Brasil, al menos los locales aún dependen de sí mismos para pasar a cuartos, aunque jugando como ayer les será imposible ganar.
La reciente e ilusionante irrupción de los aún no veinteañeros Gabigol y Gabriel Jesús, el primero cotizado en Europa y el segundo recién contratado por el Manchester City, no ha sido suficiente para sumar pólvora a una selección muy dependiente de un Neymar que, para más inri, ni siquiera aparece. La selección de Irak parecía un combinado alemán con oficio convencido y organizado en la defensa ante un débil e iluso equipo que quiere tener la batuta pero no sabe cómo hacerlo.
Brasil tenía el balón, sí, pero es que Irak se lo regaló al darse cuenta del nulo poder creativo del equipo de Tite. La 'canarinha' sufría una ansiedad terrible en el centro del campo y enseguida mandaba pases dubitativos hacia sus referencias ofensivas que los iraquíes no tenían ningún problema para cortar.
Si en la segunda mitad Brasil al menos tenía una cierta iniciativa, aunque la palabra le queda un poco grande, el primer cuarto de hora de partido fue una oda a la nada, una vergûenza que podría haber sido peor si Abdul-Raheem llega a convertir en gol su remate peinado de cabeza al larguísimo y bombeado saque de banda de Ismail. El poste salvó la tragedia, pero Brasil no despertó.
El resto del encuentro fue Brasil llevando la bola sin cuidarla, despreciando cualquier posibilidad de acercarse al área rival con pases propios de principiantes. El barcelonista Rafinha, ya veterano en el fútbol de elite, tampoco fue capaz de poner orden al desaguisado.
Pero como sucedió ante Sudáfrica, poco tiempo antes de que se llegara al final del encuentro Brasil tuvo una oportunidad a puerta vacía. William, después de un robo en la medular, se internó con un gran 'sprint' por la banda derecha y aprovechó la mala salida del meta rival para dejar a Renato Augusto totalmente solo desde el punto de penalti ante una inmensa portería descubierta. Decidió rematar de primeras, pero como si en vez de tener una bota tuviese una maceta, la mandó a las nubes. El partido podía acabar aquí, pero tampoco la más que discutible decisión del árbitro de añadir siete minutos al encuentro dio una salida al Brasil de Neymar.
La anfitriona y su estrella no parecen tener ningún hambre de medallas, o bien tienen tanta que están totalmente paralizados por la presión de ser locales y no haber ganado nunca un oro en fútbol masculino. Neymar y los suyos salieron entre fuertes pitadas del estadio Mané Garrincha de Brasilia. Las chicas, por cierto, avanzan mientras tanto a paso firme y de goleada.
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