La víctima fue una niña de 10 años que ayudaba a su familia a vender mandarinas en una gasolinera.
“Mi guagua está muerta, mi guagua está muerta”, decía la madre Yomaira Vargas minutos después de que una carro le quitara la vida en la Av. Pablo Palacio. Decía eso con tanta insistencia no solo para que la gente que llegaba a la escena del accidente se entere de lo sucedido, sino para convencerse a ella mismo que esa tragedia había ocurrido.
Para esta mujer el día comenzó con normalidad en el barrio Bolacachi, de donde salió con cuatro dólares de mandarinas para ofrecerlas entre los conductores que llegan a la gasolinera de la Unión Cariamanga (sector Consacola), actividad en la que su hija la ayudaba durante las vacaciones, pero antes de que las ventas empiecen todo había sucedido.
El accidente ocurrió a eso de las 08:50. Mientras la madre pagaba la carrera de taxi, su niña bajaba por la puerta derecha del automotor y era embestida por otro automóvil blanco, un Chevrolet Sail, que lo que único que pudo hacer fue frenar, pues la velocidad con la que viajaba dejó sin respuesta al conductor que no pudo esquivar a su víctima en una avenida de cuatro carriles.
Al perderse el chirrido de las llantas, le siguió el del llanto de la familia de Yomaira que clamaban por ayuda. A pesar que el arribo del personal de los organismos de socorro fue inmediato lo único que se pudo hacer fue levantar del pavimento el cuerpo de la niña que fue expulsado recién luego de los treinta metros que se extendió el frenazo. Yomaira yacía descalza, sin sangre en su cuerpo, al igual que el Chevrolet Sail que entre los fierros retorcidos había capturado unas cuantas mandarinas de la venta del día.
El conductor que embistió a la niña fue retenido por los policías municipales de tránsito en uno de sus patrulleros. Los resultados de la prueba de alcoholemia habrían sido negativos según informó extraoficialmente uno de los agentes, no obstante fue entregado a la autoridad competente como ocurre en accidentes en donde se registran muertes.
El abogado del conductor y los familiares de la víctima mantuvieron una conversación buscando un acuerdo que les permita cubrir los gastos del entierro, existiendo una predisposición inicial para ello, mientras el drama continuaba en la vía en donde cada vez más familiares y amigos se hacían presentes para solidarizarse por esta pérdida irreparable, mientras comenzaba la intervención del Servicio de Investigación de Accidentes de Tránsito (SIAT) realizaban el levantamiento de las evidencias que permitirán dilucidar las circunstancias en las que ocurrió el accidente de forma técnica. (CAB)
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La niña estudiaba en la escuela Fernando Suárez de Carigán.
“Mi guagua está muerta, mi guagua está muerta”, decía la madre Yomaira Vargas minutos después de que una carro le quitara la vida en la Av. Pablo Palacio. Decía eso con tanta insistencia no solo para que la gente que llegaba a la escena del accidente se entere de lo sucedido, sino para convencerse a ella mismo que esa tragedia había ocurrido.
Para esta mujer el día comenzó con normalidad en el barrio Bolacachi, de donde salió con cuatro dólares de mandarinas para ofrecerlas entre los conductores que llegan a la gasolinera de la Unión Cariamanga (sector Consacola), actividad en la que su hija la ayudaba durante las vacaciones, pero antes de que las ventas empiecen todo había sucedido.
El accidente ocurrió a eso de las 08:50. Mientras la madre pagaba la carrera de taxi, su niña bajaba por la puerta derecha del automotor y era embestida por otro automóvil blanco, un Chevrolet Sail, que lo que único que pudo hacer fue frenar, pues la velocidad con la que viajaba dejó sin respuesta al conductor que no pudo esquivar a su víctima en una avenida de cuatro carriles.
Al perderse el chirrido de las llantas, le siguió el del llanto de la familia de Yomaira que clamaban por ayuda. A pesar que el arribo del personal de los organismos de socorro fue inmediato lo único que se pudo hacer fue levantar del pavimento el cuerpo de la niña que fue expulsado recién luego de los treinta metros que se extendió el frenazo. Yomaira yacía descalza, sin sangre en su cuerpo, al igual que el Chevrolet Sail que entre los fierros retorcidos había capturado unas cuantas mandarinas de la venta del día.
El conductor que embistió a la niña fue retenido por los policías municipales de tránsito en uno de sus patrulleros. Los resultados de la prueba de alcoholemia habrían sido negativos según informó extraoficialmente uno de los agentes, no obstante fue entregado a la autoridad competente como ocurre en accidentes en donde se registran muertes.
El abogado del conductor y los familiares de la víctima mantuvieron una conversación buscando un acuerdo que les permita cubrir los gastos del entierro, existiendo una predisposición inicial para ello, mientras el drama continuaba en la vía en donde cada vez más familiares y amigos se hacían presentes para solidarizarse por esta pérdida irreparable, mientras comenzaba la intervención del Servicio de Investigación de Accidentes de Tránsito (SIAT) realizaban el levantamiento de las evidencias que permitirán dilucidar las circunstancias en las que ocurrió el accidente de forma técnica. (CAB)
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La niña estudiaba en la escuela Fernando Suárez de Carigán.
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