La Selección no supo aprovechar un muy buen primer tiempo y se quedó con las ganas en el clásico sudamericano con Brasil en el Monumental. El equipo de Gerardo Martino no pasó del empate 1-1 y acumuló su tercer partido sin ganar en el comienzo de las Eliminatorias. En Barranquilla, el próximo martes, deberá enfrentar a Colombia en busca de la recuperación camino al Mundial de Rusia 2018.
Si de alguna manera tenía que responder la Selección después de un fallido comienzo de Eliminatorias, esa manera era como lo hizo en el primer tiempo del partido que todos quieren ganar. Porque jugó esa primera parte como su DT lo espera. Conservó la idea, pero cambió las formas. Encontró el juego que había perdido en los choques con Ecuador y Paraguay y lo hizo con un conductor que hasta ahora no había aparecido. Angel Di María se puso la 10 de Messi y actuó como la camiseta lo exige.
Pero Argentina sería más que Fideo en esos primeros 45 minutos. Martino apostó por un Ezequiel Lavezzi resistido y el Pocho rindió jugando por la izquierda y llegando al gol. También lo hizo con un Gonzalo Higuaín que pocos querían volver a ver después de los goles errados en las finales del Mundial y de la Copa América. Y el Pipa lo entendió. Y aunque no mojó, se vistió de asistidor.
Los de atrás, tan bien o mejor que los de adelante. Porque aunque los lujos y el traslado los ponía Di María partiendo casi siempre de la derecha al centro, muchas veces la jugada nacía en los pies de Ever Banega, que en su función del triple cinco que puso el Tata sobresalía con marca y especialmente con juego. De hecho, por él nacería la jugada del 1-0. A los 33 minutos, le robó la pelota a Lucas Lima en la mitad de la cancha, tocó para Di María y el gol empezó a tomar forma. El rosarino vio picar a Higuaín, lo mandó un pelotazo por la derecha y el Pipa quedó muy bien perfilado para mandar el centro. Lavezzi, que venía corriendo de atrás, entró por el lugar indicado y empujó la pelota para desatar la alegría.
Del otro lado, un Brasil apático, como el que jugó el Mundial o como el que dejó de ser ese pentacampeón tan temido. Con Neymar, su única esperanza, muy bien controlado por Facundo Roncaglia, que ya pagaba con creces su deuda tras el mal partido con Ecuador. Los del medio, flojísimos. El triángulo que puso Dunga, con Elías, Luiz Gustavo y Lucas Lima, siempre pagando ante la presión de Lucas Biglia, de Banega y de Javier Mascherano.
En esa primera parte, apenas una llegada de peligro de Brasil, un cabezazo de David Luiz, contra tres de Argentina. Y en el comienzo del segundo, una más para la Selección tras una hermosa jugada colectiva que Banega no pudo decorar. Primero lo tapó el arquero Alisson y después el palo le negó el segundo gol.
Recién a los 8 del segundo tiempo, la primera aparición de Neymar. Tímido, el crack del Barcelona se escabulló por el centro del campo y sacó un remate desde afuera del área que se fue cerca del palo izquierdo de Sergio Romero. Sería ese el nacimiento de otro equipo y de otro partido.
Sin ser más, ni mucho menos, Brasil llegaría al empate de manera impensada. A los 13, Dani Alves tiró un centro desde la derecha, Douglas Costa, quien recién había ingresado, cabeceó al travesaño y en el rebote, Lucas Lima, el que falló en el gol de Argentina, se redimió y convirtió con una exquisita volea. Sorpresa.
En esa primera parte, apenas una llegada de peligro de Brasil, un cabezazo de David Luiz, contra tres de Argentina. Y en el comienzo del segundo, una más para la Selección tras una hermosa jugada colectiva que Banega no pudo decorar. Primero lo tapó el arquero Alisson y después el palo le negó el segundo gol.
Recién a los 8 del segundo tiempo, la primera aparición de Neymar. Tímido, el crack del Barcelona se escabulló por el centro del campo y sacó un remate desde afuera del área que se fue cerca del palo izquierdo de Sergio Romero. Sería ese el nacimiento de otro equipo y de otro partido.
Sin ser más, ni mucho menos, Brasil llegaría al empate de manera impensada. A los 13, Dani Alves tiró un centro desde la derecha, Douglas Costa, quien recién había ingresado, cabeceó al travesaño y en el rebote, Lucas Lima, el que falló en el gol de Argentina, se redimió y convirtió con una exquisita volea. Sorpresa.
La Selección no
supo aprovechar un muy buen primer tiempo y se quedó con las ganas en el
clásico sudamericano con Brasil en el Monumental. El equipo de Gerardo
Martino no pasó del empate 1-1 y acumuló su tercer partido sin ganar en
el comienzo de las Eliminatorias. En Barranquilla, el próximo martes,
deberá enfrentar a Colombia en busca de la recuperación camino al
Mundial de Rusia 2018.
Si de alguna manera tenía que responder la
Selección después de un fallido comienzo de Eliminatorias, esa manera
era como lo hizo en el primer tiempo del partido que todos quieren
ganar. Porque jugó esa primera parte como su DT lo espera. Conservó la
idea, pero cambió las formas. Encontró el juego que había perdido en los
choques con Ecuador y Paraguay y lo hizo con un conductor que hasta
ahora no había aparecido. Angel Di María se puso la 10 de Messi y actuó
como la camiseta lo exige.Pero Argentina sería más que Fideo en esos primeros 45 minutos. Martino apostó por un Ezequiel Lavezzi resistido y el Pocho rindió jugando por la izquierda y llegando al gol. También lo hizo con un Gonzalo Higuaín que pocos querían volver a ver después de los goles errados en las finales del Mundial y de la Copa América. Y el Pipa lo entendió. Y aunque no mojó, se vistió de asistidor.
Los de atrás, tan bien o mejor que los de adelante. Porque aunque los lujos y el traslado los ponía Di María partiendo casi siempre de la derecha al centro, muchas veces la jugada nacía en los pies de Ever Banega, que en su función del triple cinco que puso el Tata sobresalía con marca y especialmente con juego. De hecho, por él nacería la jugada del 1-0. A los 33 minutos, le robó la pelota a Lucas Lima en la mitad de la cancha, tocó para Di María y el gol empezó a tomar forma. El rosarino vio picar a Higuaín, lo mandó un pelotazo por la derecha y el Pipa quedó muy bien perfilado para mandar el centro. Lavezzi, que venía corriendo de atrás, entró por el lugar indicado y empujó la pelota para desatar la alegría.
Del otro lado, un Brasil apático, como el que jugó el Mundial o como el que dejó de ser ese pentacampeón tan temido. Con Neymar, su única esperanza, muy bien controlado por Facundo Roncaglia, que ya pagaba con creces su deuda tras el mal partido con Ecuador. Los del medio, flojísimos. El triángulo que puso Dunga, con Elías, Luiz Gustavo y Lucas Lima, siempre pagando ante la presión de Lucas Biglia, de Banega y de Javier Mascherano.
En esa primera parte, apenas una llegada de peligro de Brasil, un cabezazo de David Luiz, contra tres de Argentina. Y en el comienzo del segundo, una más para la Selección tras una hermosa jugada colectiva que Banega no pudo decorar. Primero lo tapó el arquero Alisson y después el palo le negó el segundo gol.
Recién a los 8 del segundo tiempo, la primera aparición de Neymar. Tímido, el crack del Barcelona se escabulló por el centro del campo y sacó un remate desde afuera del área que se fue cerca del palo izquierdo de Sergio Romero. Sería ese el nacimiento de otro equipo y de otro partido.
Sin ser más, ni mucho menos, Brasil llegaría al empate de manera impensada. A los 13, Dani Alves tiró un centro desde la derecha, Douglas Costa, quien recién había ingresado, cabeceó al travesaño y en el rebote, Lucas Lima, el que falló en el gol de Argentina, se redimió y convirtió con una exquisita volea. Sorpresa.
El empate apagó a la Argentina y tranquilizó a Brasil, que se animó a más. El orden, el fútbol y la presión en la mitad de la cancha desaparecieron. Di María dejó de gravitar y todo lo hecho en un primer tiempo perfecto, se fue esfumando con el correr de los minutos. Recién cuando la visita se conformó con llevarse un punto apareció nuevamente el equipo. Pero lo hizo tarde. El partido que pintaba para poner en un cuadrito, arrojaría finalmente un cuadro preocupante para el futuro.
El balance terminó siendo negativo. Cuando estaba todo dado para enderezar el rumbo, Argentina acumuló otro partido sin ganar en una eliminatoria exigente, en la que no se puede dar tantos pasos en falso.
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