Creí que un antropólogo se dedicaba de lleno a observar restos fósiles y a determinar los años de existencia de los mismos. Imaginaba a un señor de edad avanzada, de barba larga y tupida, con botas de campaña y un casco de las que había visto en la cabeza de misioneros, con una lupa grande y pala para remover la tierra.
Al pasar de los años, aun cuando cursaba el bachillerato, se me fue abriendo el panorama, nuevos conocimientos, la ciudad donde me trasladé a vivir, el ambiente en sí, una nueva forma de coexistir con los “otros”, el sentirme fuera de mi hábitat, se convirtieron en motivos que me impulsaron a descubrir ese nuevo mundo.
La descripción que realizaban de mi cultura, cuando alguna vez llegó a mis manos un libro de la Colección “Mundo Shuar”, publicado por los misioneros Salesianos, despertó en mi la curiosidad de profundizar en temas de conocimientos de otras culturas, no específicamente la mía (Shuar).
Me preguntaba que, de seguro habrán otros grupos humanos que deben tener formas de vida distintas, que tendrán otro Arútam, que se alimentarán de animales no comestibles para nosotros, que sus casas serán de distinta estructura a la nuestra. Estas ideas no estaban lejos de la realidad, pues los estudios antropológicos lo afirman.
El proceso de inserción a la realidad global fue paulatino, en primera instancia los estudios primarios en mi bella selva que en un tiempo tomó el nombre de una ciudad norteamericana: “Los Ángeles”, pero la mía se caracterizaba por el verdor de su selva y sé que en la misma época, la norteamericana era una selva de cemento.
Luego, mi traslado a la capital de la provincia (Macas) para cursar los estudios secundarios, trajeron una desestabilización en mi concepción del mundo, pero, tenía que adaptarme y sobrevivir en una realidad que no era la mía.
La universidad en la capital de la República, como psicólogo y como catedrático de la misma Universidad (Salesiana) donde me formé, trajeron consigo bellas experiencias y grandes maestros llenos de sabiduría que contagiaron el amor al conocimiento.
La Antropología, lugar de encuentro con mis raices, punto de partida de muchas reflexiones, vértice de donde parten las ganas de escribir y compartir las vivencias y el itinerario de un antropólogo que forja su autoridad como tal. Al ser el primer antropólogo shuar, y por tanto, al escribir desde dentro las experiencias de mi cultura, tendrá mas cercanía al relato original, en contraposición con los “otros” antropólogos que versan su autoridad en el “yo estuve alli”, dos puntos de vista a ser tomado en cuenta.
Es un reto y una obligación moral ofrecer al mundo la cosmovisión del shuar , para lo cual, no quisiera encasillarme mucho a una teoría o escuela antropológica que se convierta en una camisa de fuerza, sino, al contrario, mi deseo es escribir con fluidez y naturalidad, lo más fiel a mi cultura, ese es el camino y la meta; que Arútam sea mi guía y fortaleza en este horizonte.
Tomaré siempre mi nombre shuar “ETSA”: “SOL”, para que Etsa con sus rayos me ilumine y ayude a erradicar a todo IWIA que obstaculice nuestro camino.
Etsa
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