La figura de IWIA siempre ha estado en mi mente. Lo he imaginado tal cual como me lo han narrado Íi úuntri (nuestros mayores). Un gigante con un enorme bolso (shigra) donde guarda los productos de su cacería. Se alimenta de todo ser viviente, por ende, también los shuar formaban parte de su dieta. Un ser que solo se preocupaba en comer y comer, por lo que en algún momento logró exterminar a todas las aves que existía sobre la faz de la tierra. Enemigo de los shuar, sin embargo, difícil de matarlo por su tamaño, por su astucia e insensibilidad.
El sufrimiento de los shuar era tan grande que debían huir y esconderse de IWIA, hasta que aparece alguien que le enfrentó y ayudó a los shuar a liberarse de los IWIA. Y, fue ETSA quien con su valentía y sobre todo con sabiduría logró liberarnos.
Recuerdo el mes Túntiak (arcoiris-Abril), mes donde frecuentemente se divisa el arcoiris. Túntiak, nacía del verdor de la selva, de entre la copa de los grandes árboles se abría en su abanico multicolor y moría al otro extremo de la selva. Nuestra JEA (con techo de hojas de pambil y paredes de tablillas de chonta), está rodeada de grandes árboles. Desde un pequeño balcón que permitía mirar el horizonte, después de una pequeña llovizna y la salida de ETSA (sol), allí sentados, con mi yatsuru (hermano: Metekachi) observábamos la hermosura de Túntiak.
En este contexto, rodeado de nuestra misteriosa selva, nace este relato de ETSA e IWIA.
Cierta ocasión, Íwia atrapó a una joven pareja shuar, los metió en su shigra y los llevó a su casa. Al joven shuar lo comió y a la mujer, de nombre Wanupá, la dejó con vida para que le ayude en los quehaceres de la casa y cuide su Ája (huerta).
Wanupá, todas las mañanas se trasladaba a la huerta, la misma que se encontraba a orillas de un río. Recolectaba la yuca y llevaba a la casa para alimentar a Íwia y su esposa. Mientras se encontraba en sus labores de limpieza y recolección de la yuca, del río vio que emergía un shuar apuesto, con el cabello largo. Wanupá al inicio se asustó, sin embargo, tomó confianza y compartió con el su momento de soledad. Antes de irse el joven empuñó una lanza y con el arma logró atrapar cantidad de peces llamados Nayump y entregó a Wanupá para que los lleve a la casa. El joven tomó la forma de un pato y desapareció en el río.
Este hecho ocurrió varias veces, lo que despertó la curiosidad de Íwia, por lo que le preguntó el origen del pescado, a lo que ella respondió: “los cojo metiendo la mano debajo de las piedras del río” (como hasta ahora lo hacemos los shuar). Ésta respuesta no dejó satisfecho a Íwia, pues los pescados evidenciaban las heridas provocadas por la lanza.
Para despejar sus dudas –Íwia– decidió en secreto espiar a Wanupá. Cuando ella se trasladó a la huerta, Íwia fue detrás y se escondió entre los arboles con el fin de conocer el origen de los pescados.
Una vez terminado las labores de limpieza de la huerta y la recolección de la yuca,Wanupá bajó al río a lavar los tubérculos. Como de costumbre apareció el joven shuar del río y empezó a tirar los pescados que atrapaba con su lanza.
Íwia, al descubrir los amoríos de Wanupá con el señor de las aguas, se acercó donde ella y con su hacha la golpeó en la cabeza que la mató al instante. Luego empezó a destriparla y vio que en su vientre había muchos huevos, que inmediatamente se los comió en su mayoría. Los más duros (2 huevos) los puso sobre una piedra para llevarlos a la casa y cocerlos.
Mientras Íwia se encontraba en sus labores de lavar las viseras de Wanupá, el joven shuar tomando la forma de pato, tomó los dos huevos – sin que Íwia se dé cuenta- y se los llevó. Cuando Íwia quiso recogerlos, ya no estaban allí, los buscó por todos lados y cansado retornó a su casa.
El shuar del agua que tomó la forma de pato, llevó los dos huevos a empollarlos. Luego de varios días -de los dos huevos- nacen Etsa (Sol) y Nantu (Luna).
Etsa como tal emanaba un calor insoportable y luz intensa. El shuar de las aguas con el fin de lograr que Etsa adquiriera mayor poder, le enviaba todas las madrugadas a la huerta de Íwia, para que coma los ajíes que allí habían plantados.
Cuando por la mañana, Íwia bajaba a recoger los ajíes maduros para acompañar la comida (es tradición, nunca puede faltar ají en la comida shuar) nunca encontraba un solo ají maduro. Esto le molestó de sobre manera y, decidió atrapar al ladrón.
Por la noche, Íwia tomó el camino a la huerta con el fin de cuidar las plantaciones de ají. Se acomodó cerca de las plantas de ají. La noche fría de la selva le mantiene despierto, pues los shuar concilian el sueño con el calor del fuego que lo tiene al pie de su peak (cama). La misma sensación agradable de calor sintió Íwia cuando se acercaEtsa y, al no poder vencer el sueño se quedó profundamente dormido. Etsa aprovechó este momento, se comió todo el ají maduro y se retiró.
Para Íwia fue una vergüenza este hecho y pidió la colaboración de algunos animales nocturnos, que en esos tiempos remotos eran seres humanos. En la lista estuvieron los grillos Tinkisháp, Chunchup y Sumpa (lagartija). Hicieron guardia en ayunas para no dejarse vencer del suelo. Los grillos cantaban como hasta ahora lo hacen en la noche. Pero al sentir el calor por la presencia de Etsa quedaron dormidos. Al amanecer, cuando se despertaron, al percatarse del robo avisaron a Íwia, quien probó a más animales haciendo guardia sin lograr resultado positivos.
Por último pidió a Káar -aquella larva que chilla toda la noche- que le ayude para atrapar al ladrón. Al inicio se rehusó aduciendo ser muy dormilón e incapaz de pasar despierto toda la noche, sin embargo, aceptó el reto.
Káar pasó la noche cantando su: kar-kar-kar con el fin de atrapar a Etsa. Nunca durmió y cuando llegó Etsa le llevó a la casa de Íwia. Llegaron donde Íwia con su canto kar-kar-kar, apenas éste vio a Etsa exclamó: ¡Oh pero si ha sido mi hijito! Venga, venga hijito -dijo Iwia a Etsa-, invitándole a ingresar a la casa. Desde ese día, el niño Etsa se quedó a vivir con Íwia, calentándole las noches de frío e iluminando la oscuridad de la casa deÍwia.
¡Ainis íi úuntri aujmatin armiayi! ¡Así nuestros mayores solían contar! Sentenció el narrador al terminar el relato.
Pero en seguida surgieron las preguntas: ¿Por qué se fue a vivir con Íwia si era enemigo de los shuar? ¿Cuál era el propósito de Etsa al ir a la casa de Íwia? ¿Que planes tienes el malvado Íwia? ¿Acaso también le comerá a Etsa?
Ante estas preguntas, nuestro narrador dijo: “Tii kashi-aiti, auka ataksha, kashín aunjmatsamí, nuí mash nekátarume” “Está muy avanzada la noche, mañana seguiremos conversando, allí van a saber todo”. Así, en compañía de Nantu (Luna) nos entregamos a la oscuridad de la selva, con la ansiedad de despejar los interrogantes el día de mañana.
CONTINUARÁ…
ETSA
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